jueves, 7 de agosto de 2008

Mi confrontación con la docencia

MI CONFRONTACIÓN CON LA DOCENCIA


Desde que era muy pequeña, siempre tuve la inquietud por la química, a mis seis años no sabía que así se llamaba, pero me llamaba mucho la atención todos los cambios que ocurrían en las cosas, porqué se oxidaba algo, cómo mi mamá podía quitar una mancha, qué sucedía si mezclaba pasta de dientes con shampoo, para mi familia era el desperdiciar cosas, para mí, era el gusto por el cambio, cuando entré a la secundaria descubrí que eso era la química, desde ahí me dije que estudiaría esa carrera. Cuando llegué a la preparatoria comencé a buscar escuelas de química (en ese tiempo radicábamos en Cd. Juárez) y comprobé que en la Cd. de Chihuahua estaba la facultad de ciencias químicas, después de ver las carreras que ofrecían, me decidí por la carrera de Químico Bromatólogo ya que después de ver la currícula me enamoré de ella.
Cuando estaba en la preparatoria, siempre me pedían ayuda mis compañeros para estudiar, tenían tanto éxito mis explicaciones que un día el maestro de física y matemáticas me dijo que yo hacía mejor su trabajo que él, yo le ayudaba a mis compañeros porque así reafirmaba mis conocimientos al repasar los temas en la explicación y en la resolución de problemas. En la universidad, formábamos grupos de estudio y yo seguía explicando lo que más se me facilitaba. Al terminar la escuela y próxima a titularme me ofrecieron dar clases en una escuela preparatoria particular, pensé que además de hacer algo que me gustaba, me iban a pagar y así empezó la actividad de manera más formal, mi primera experiencia con un grupo de verdad, donde ya no eran mis compañeros, sino personas ajenas al medio de estudio en el que me desarrollaba, donde era el centro de atención y en el que tenía poder, con la confianza de mis 25 años de edad y mi experiencia anterior, logré hacer una buena experiencia el dar clases, al principio los alumnos quisieron verme como alguien igual, pero al poner las reglas de la clase, al inicio, se dieron cuenta de que yo era el maestro y me vieron con confianza, pero también con respeto. A los dos meses de titularme, me ofrecieron una plaza en Cd. Jiménez,
hablé para informarme y en la primera entrevista, me dieron el trabajo, yo ya había trabajado antes en la industria privada, así que tenía experiencia en el campo profesional y al estar dando clases en la preparatoria, reunía todos los requisitos para la plaza, así de pronto tenía trabajo donde iba a reunir mis dos pasiones: mi carrera, ya que daría las tecnologías en alimentos y el dar clases.
Mi reto era muy grande, porque en esta ciudad no conocía a nadie, pero ya estaba acostumbrada a los cambios así que me decidí y aquí estoy después de 19 años.
Considero que el ser profesor es algo que se debe sentir, es como una vocación con la que se nace, yo así lo considero, o más bien así lo siento, sobre todo cuando recuerdo a mis maestros, aquel que más me significó y al que vagamente recuerdo, los primeros, eran aquellos que no les importaba si sonaba el timbre para salir, a los que no les molestaba volver a explicar, el que siempre nos recibía con una sonrisa y el que nos dedicó un poco de tiempo para contarle lo que nos pasaba a ellos se les notaba el gusto por la enseñanza, a los otros se les notaba que iban a realizar un trabajo. Mi trabajo en el nivel medio superior ha sido muy gratificante, a pesar de los grupos numerosos y de todas las actividades que realizamos, creo que es la etapa de los jóvenes en la que más se entregan en donde se están formando para pasar de niños a adultos, pero también en donde más se pierden, por eso es tan importante el fomentar los valores, claro, poniendo el ejemplo, que es lo que ellos más notan.
El trabajar en este medio es una gran satisfacción ya que yo estoy poniendo en práctica todas las áreas que estudie y mis compañeros de facultad solo se desarrollaron en solo una, siempre tuve muy en claro que el nivel de bachillerato no es el mismo que el de licenciatura, algunos de mis compañeros maestros a veces se olvidan de eso y siempre les digo: nadie puede aprender a correr, sin antes aprender a caminar. Creo que el trabajar con jóvenes nos inyecta energía y alegría, a mi me pasa que si llego al plantel un poco cansada, al momento de convivir con los muchachos mi ánimo crece y se me olvida el cansancio, cuando empiezo a saludar, a pasar lista, a dar las indicaciones de la clase, al empezar a manejar los temas o al enseñarles como funciona un equipo y ellos están atentos a las indicaciones y sobre todo cuando al practicar con cosas reales, los jóvenes le encuentran sentido a lo que están haciendo. Otra cosa que me da mucha satisfacción, es la confianza con la que los muchachos se acercan a mí, a contarme sus problemas, sus inquietudes, sus amores, los problemas que tienen con otros maestros, aunque no sea su tutora y sobre todo cuando al final de su carrera me invitan como madrina de generación, quiero comentar que todo esto a veces me ha causado un poco de conflicto con los compañeros, porque al ser tan espontáneos, a veces me hacen pasar vergüenza ajena. Algo que siempre me ha incomodado, es el que no podemos ofrecerles todo lo que necesitan, al contar con pocos recursos y poca infraestructura o cuando tenemos que improvisar cuando alguien no cumplió bien con su trabajo, o cuando no se trata con los mismos criterios a todos los alumnos, también cuando al estar elaborando las secuencias, de pronto me pongo en el lugar de los alumnos y me parecen las actividades aburridas o poco significativas y tengo que volver a estructurarlas, pero a pesar de eso: amo mi trabajo.

Rocío Velásquez

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